La niebla en Londres ha sido estampa típica de la ciudad desde hace siglos, La capital británica está situada en un valle y es atravesada por el río Támesis. Cuando se forma vapor del agua del río, se cubren las calles de la ciudad de bruma gris y fría.
Al margen de este fenómeno natural, durante el siglo XIX, la niebla londinense cambió. Aparecía muy a menudo, era más densa y espesa y, en ocasiones, olía fuerte e irritaba las gargantas. No se trataba de niebla normal (FOG), era SMOG, una mezcla de vapor de agua y humo de la quema industrial del carbón.
El carbón usado en esta zona durante la postguerra era de baja calidad y rico en azufre, por lo que le otorga al humo un color amarillento, un olor a huevos podridos y un picor en las vías respiratorias..
Durante la década de 1890, la ciudad quedaba cubierta por la niebla una media de 63 días al año.
Una niebla letal
El peor efecto de este smog sucedió en 1952, aún recordado como el año de la gran niebla.
Empezó como una niebla normal el 5 de diciembre. Pero en seguida la niebla se volvió marrón y apenas permitía ver nada. Se mezclaban el humo de las chimeneas domésticas, con el de las fábricas y el de los coches y autobuses. Coincidía con un episodio de depresión atmosférica instalada en el valle, que provocó una inversión térmica. No soplaba el viento, y una masa de 48 km de aire frío cargada de smog había quedado atrapada en la ciudad de Londres.
Las consecuencias fueron de película distópica; los conductores abandonaron sus vehículos porque no veían nada, los pájaros se estrellaban contra edificios, los cines cerraron porque la niebla se filtraba y no se podía ver la pantalla, la delincuencia aumentó al verse protegidos por la bruma.
Al cabo de 5 días, el tiempo cambió y la niebla se disipó, dejando atrás miles de personas con enfermedades respiratorias y algunas muertes por accidente. Algunos expertos cuantifican las muertes causadas por este episodio de smog en más de 8000, siendo las/os niñas/os, ancianas/os y fumadoras/os los más perjudicados.
Una solución ejemplar
4 años más tarde tras ese incidente, el gobierno británico liderado por Winston Churchill, aprobó una ley de aire limpio (Clean Air Act) para limitar el uso del carbón en las ciudades. A medida que la combustión del carbón se apartó de las ciudades, los episodios como el de la gran niebla han ido desapareciendo.
Gracias a este episodio histórico, la sociedad se dio cuenta de los efectos letales que tiene la contaminación. Vale la pena resaltar cómo el gobierno de entonces estuvo a la altura y consiguió legislar para que este fenómeno no se repitiera. Las leyes pueden hacer mucho para proteger al planeta, pero aún más cada una de las personas que lo habitamos, con nuestros hábitos saludables y nuestra influencia social y política.